El barrio donde habito, lo considero hostil, ustedes se preguntarán ¿Por qué hostil? La respuesta es sencilla, cuando me asomo a la ventana y observo a las personas, las veo vacías, con la cabeza hacia abajo y en algunos casos, cuando puedo apreciar sus ojos, lo único que veo es una mirada perdida; una mirada que es difícil de interpretar, una que a veces me confunde ¡Y es lo peor! Pues no le hallo lógica a la frase “Los ojos son la ventana del corazón” ¿Si la mirada está perdida, eso también es una respuesta? En lo más profundo de mi ser, la respuesta vacila un poco.
Mi casa es algo simple, vivo en Suba, en un conjunto residencial, 4 paredes, ventanas; una cocina y un techo. Las personas que lo habitan van de aquí para allá, a veces van con afán y regresan con tranquilidad. Me gusta definir las emociones de los lugares, si es alegre, peligrosa o simplemente tranquila; pero la mía siempre me ha costado definir cuál es su emoción, no sé si es porque en realidad es una combinación de todas ellas y aún no se su nombre; o porque no he aprendido a identificarlas ¿Quién sabe? No saberlo me mortifica, y no hay nada más horrible que no saber cómo es el ambiente en tu casa, en tu hogar.
He estudiado en distintos colegios, estudié mi primaria en 4 instituciones educativas:
- Mi Salón de Clases (Segundo de primaria)
- Colegio de Las Mercedes (Tercero de primaria/octavo de bachillerato)
- Latino Francés (Noveno de bachillerato)
- Liceo Julio César García (Décimo/Once de bachillerato)
En estos lugares el hecho de poder reconocer el ambiente que los invaden, lo que expresan sus miradas son fáciles, creo que es por el hecho de que son transparentes. Por ejemplo: en Las Mercedes, el ambiente no era el mejor, había personas que sus miradas reflejaban ira, arrogancia y similares ¡Definitivamente el ambiente era horrible! Siempre quise salir de ese lugar y lo pude hacer hasta que salí de octavo grado; pues entré al Latino Francés y el ambiente me agradó bastante, todos eran amables y lo podía notar en sus miradas. Y ya en el Liceo, donde cursé los últimos dos cursos fue igual, me enseñaron bastantes cosas que, al día de hoy, guardo con aprecio en mi corazón.
Ya finalizando, considero mi entorno como una montaña rusa ¿Por qué? Porque algunas evidencio felicidad y otras tristezas, nunca es una emoción frecuente, cada día es una distinta ¡Y agradezco que sea así! Pues cada día aprendo un poco más de ellas y de las personas que las expresan.
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